“Que grosero
Que bruto y que grosero”
Las ultrasónicas / Que
Grosero [2002]
Por: Sup Tupa
“Estimadas damitas–caballeros,
hoy tengo la encomienda de la empresa que represento en venir a ofrecerles
hasta la comodidad de este su trasporte un producto de noveda, un producto que
usted lo consigue en las tiendas de autoservicio hasta por 20 pesos, hoy mi
trabajo es no ofrecérsela a 15, ni a 12 si no a solo la ridícula cantidad de 10
pesos, son los chicles “Traiden” de sabores frambuesa, menta, mango y piña,
puede usted abrirlo, puede usted pedirlo sin compromiso, damita-caballero, no
me niegue la mirada, no se haga el dormido, aproveche la oferta como regalo
para el niño la niña, busque una moneda que no afecte su economía, sino me
compra por lo menos regáleme una sonrisa… “
Así terminaba ese día escuchando una perorata que no olvido debido
a las cientos de veces en que la he oído, en ocasiones ofreciendo discos
piratas, agendas, plumas con lamparitas, estuches de tarjetas de “Bob esponja”
y sobre todo canciones… todo de a diez.
“Damita-Caballero”, mmm ¿una frase compuesta? – pensé – no creo
que le importe mucho la gramática ni la lingüística a esta vendedora de
chicles, el microbús está medio lleno y vamos pasando a la altura de la
estación del metro identificada como Taxqueña,
la gente camina como robot; dicen que dijo Martín Heidegger, que: “la ciencia no piensa”
y reflexiona que para pensar hay que desear pensar, ¿Qué significa pensar?, Se
pregunta Heidegger y vuelvo a ver a los transeúntes, ni a ellos ni a mí nos ocupa esa reflexión, me tengo que dormir
en lo que termina la ruta rumbo a mi destino, ¿pero que es el destino?... [ya
Tupa duérmete de nuevo].
El Conductor realiza una parada y espera a que suba gente,
pasan dos minutos, tres, cinco, llego a calcular que pasaron siete minutos,
sigo intentando dormir, hasta que escucho una voz potente de nuevo en la parte
trasera de la unidad que exclama: ¡Vámonos!… el chofer eleva su cara y observa
por el retrovisor, no se nota impaciente y sigue esperando, no pasa un minuto
de nuevo y ya con un tono más grave se produce el siguiente dialogo:
Pasajero: Vámonos wey
Conductor: Si no te gusta vete en taxi
Pasajero: vámonos cabrón o te la quito
Conductor: ¿Tú y cuantos más?
Pasajero: Yo solito cabrón ¿Cómo vez?
Conductor: A ver si muy chingón
En ese momento se levanta el
conductor con un bat de beisbol como de un metro de largo (eso sí se veía bien
macizo) como respuesta a la bravata al final de la unidad, se pone de píe un
individuo como de un metro con noventa centímetros (tamaño familiar el sujeto)
corpulento, de barba y la neta yo si me espante
- yo estaba en medio de la unidad – y hasta el sueño se me fue, pensé
donde ser armen los madrazos, con un manotazo de uno de estos dos animales sí
salgo volando por la ventana.
“Santísima Virgen del rebozo de
bolitas yo repudio la violencia bla bla bla” así empecé mi oración nocturna,
tratando de que sucediera algo que me permitiese alejarme unos metros y ver
desde lejitos – contrariamente a lo que hubiera hecho en mi imaginación la neta
no encontraba escapatoria.
A punto del encuentro de estos
dos “homo eructos” (digo eructos porque parece que los dos venia medios
briagos) se levanta una señora como de unos 50 años, se coloca en medio, estira
los dos brazos en dirección de uno a otro, norte a sur, izquierda a derecha, ya
no sé, yo seguía con mi plegaria, ya que lo recuerdo se parecía al tirantes el
de la “Triple AAA”, con un tono casi de ángel los conmina:
Doña: Hijos no
se exalten todos tenemos prisa y necesitamos dinero así que mejor calmémonos
antes de que llegue la policía que ya la llame [mientras en su mano derecha
sostenía un teléfono celular] vámonos tranquilos yo les quiero hacer saber que
mi hijo es agente del ministerio público en esta delegación así que
tranquilícense y vámonos en paz.
¿A que saben los huevos?.... ¡¡¡A
HUEVO!!!! inche viejita debió de haber sido la mujer biónica en sus tiempos,
seguramente tenía un as bajo la manga, porque no creo que sea familiar de nadie
en el MP, en fin , nos sacó de una bronca y yo olvide mis oraciones y también
deje de dormir, vivir en el D.F. es un deporte extremo…
Los dos orangutanes se ignoraron
el resto del camino, por lo menos hasta donde yo bajé, justo en frente del
puesto de tacos, ¡¡esto sí es suerte
chingá¡¡ de inmediato pido una orden de cinco bien grasosos, con su respectiva
“lulú” de uva; ¿le pongo verdura? Claro y unas cebollitas asadas, cuando un wey
al fondo del puesto le dice al taquero: “púes no te pago y hazle como quieras”…
el taquero ya encabronado sale del puesto como un pinche machetote tamaño
familiar y va rumbo a donde está el deudor, me quedo viendo por donde se fue el
“micro”, en espera de ver a la viejita de nuevo. Sostengo mi plato de plástico,
agarro mi “lulú” y me hago un lado que va comenzar el espectáculo.
Me quedo pensando que todavía me
resta caminar cinco cuadras y seguramente me encontraré con los vagales de la
calle que ya están destapando las primeras caguamas, se percibirá el olor a
petate quemado y me pedirán que los acompañe un rato ya que tiene tiempo que no
convivimos. Mientras pienso esto el taquero ya tiene en el suelo al mal pagador
y lo amenaza con su machete como si fuese una Guadaña.
En una transacción rápida pago y
me voy. Dejo la primera fila del show trágico-musical del taquero y me encamino
a la casa, “En la madre… ahí viene una patrulla”, les tengo más miedo a los
uniformados que a los propios rateros de la colonia, en fin, ya casi llego. Las
bonitas luces de colores azul, rojo y blanco se detienen a la altura de donde
voy caminando. Ya me jodieron pensé, lo que sucedió ahí fue inverosímil, pero
esa ya es otra historia dijera la nana Goya.
Viene a mi mente la rolita del
TRI antes de afresarse: “muchos azules en la ciudad a toda hora queriendo
agandallar”.
Chale esto de vivir en el DF es
como practicar deportes extremos.
Fin
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